Las cruzadas fueron una serie de campañas militares realizadas por ...

May 7, 2018 | Author: Anonymous | Category: Documents
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Se emprendieron con el objetivo de recuperar Jerusalén y otros lugares de ..... con los cruzados: en intercambio por la...

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LAS CRUZADAS

Las cruzadas fueron una serie de campañas militares realizadas por los cristianos de Europa occidental, normalmente a petición del Papa, que fueron sostenidas por motivos religiosos. Se emprendieron con el objetivo de recuperar Jerusalén y otros lugares de peregrinación en Palestina, en el territorio conocido por los cristianos como Tierra Santa, que estaban bajo control de los musulmanes. Suponía una unión de todos los pueblos y soberanos bajo la dirección de los papas. Todas las cruzadas se anunciaron por la predicación. Después de pronunciar un voto solemne, cada guerrero recibía una cruz de las manos del Papa o de su legado, y era desde ese momento considerado como un soldado de la Iglesia. Se caracterizaron por la bendición que concedió la Iglesia, otorgando a los particulares indulgencias espirituales y privilegios temporales a los combatientes. Los cruzados tomaron votos y se les concedió la penitencia por los pecados del pasado y algunos privilegios, tales como la inviolabilidad de tierras (La iglesia también prometió proteger las propiedades que dejaban atrás los nobles durante su viaje al este), la jurisdicción civil, entre otros. Origen del término: El origen de la palabra se remonta a la cruz hecha de tela,

que era usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte en esas iniciativas. Desde la Edad Media el significado de la palabra cruzada se extendió para incluir a todas las guerras emprendidas al servicio de la Iglesia en cumplimiento de un voto y dirigidas contra infieles, por ejemplo, contra musulmanes, paganos, herejes, o aquellos bajo edicto de excomunión. Fecha: Se libraron durante un periodo de casi 200 años, entre 1095 y 1291. Siglo

XI-XIII.

No. de Cruzadas: Ocho. Las cruzadas fueron ocho, cuatro a Palestina, dos a

Egipto, una a Constantinopla y otra a áfrica del Norte.

Ubicación Geográfica: Europa Occidental (Roma) y Oriental (Constantinopla),

Tierra Santa.

Países participantes: Francia, Inglaterra, Alemania (Hungría no participó en la

Primera, sino en posteriores)

Lema de las Cruzadas: ¡Dios lo quiere! Objetivos de las Cruzadas

Las motivaciones de quienes participaban en ellas eran muy diversas, pero principalmente se produjeron por un fervor religioso. Además: 1

Restablecer el control cristiano de Tierra Santa que se encontraba bajo la

dominación musulmana. Existía una vieja costumbre penitencial de peregrinación. Así se intenta alcanzar la Jerusalén celestial por vía de la Jerusalén terrestre. Ambas a ojos del cristiano del siglo XI resultaban prácticamente inseparables. Y más que para los caballeros para las masas populares imbuidas de unas ideas mesiánicas.

Idea de una "guerra santa" contra el Islam. Jerusalén no constituye el único

objetivo, se lucha contra los musulmanes que amenazaban Constantinopla. El islamismo había surgido repentinamente de la nada para convertirse en una amenaza para todo el Imperio Cristiano y, si bien había demostra do alg u na moderac ión en su trato de los cristianos conquistados, había exhibido una notable crueldad también. Como mínimo, el islamismo impuso una discriminación económica y religiosa contra los que controlaba, convirtiendo a los judíos y a los cristianos en ciudadanos de segunda. Los peregrinos sufrían constantes abusos d e parte de los turcos que habían conquistado J erusalén. En algunos casos, los líderes musulmanes fueron más lejos. Un suceso que podría haber detonado la Cruzada inicial, en 1095, fue la destrucción del Santo Sepulcro por el califa fatimida Al Hakem . De hecho, muchos cristianos de ese tiempo creían que Al  Hakem era el Anticristo. Intereses expansionistas de la nobleza feudal. El marco de la organización

señorial se vio desbordado por el crecimiento, obligando a emigrar a muchos segundones de la pequeña nobleza en busca de nuevas posibilidades de lucro. De esta procedencia eran la mayoría de los caballeros franconormandos que formaron la mayor parte de los contingentes de la primera cruzada. Búsqueda del control del comercio con Asia. Los intereses comerciales de las

ciudades del norte de Italia que participaban en estas expediciones y que encontraron en las cruzadas su oportunidad de intensificar sus relaciones comerciales con el mediterráneo oriental, convirtiéndose en las grandes beneficiarias del proceso. Los comerciantes italianos reabrieron el Mediterráneo oriental al comercio occidental, monopolizaron el tráfico y se convirtieron en 2

Restablecer el control cristiano de Tierra Santa que se encontraba bajo la

dominación musulmana. Existía una vieja costumbre penitencial de peregrinación. Así se intenta alcanzar la Jerusalén celestial por vía de la Jerusalén terrestre. Ambas a ojos del cristiano del siglo XI resultaban prácticamente inseparables. Y más que para los caballeros para las masas populares imbuidas de unas ideas mesiánicas.

Idea de una "guerra santa" contra el Islam. Jerusalén no constituye el único

objetivo, se lucha contra los musulmanes que amenazaban Constantinopla. El islamismo había surgido repentinamente de la nada para convertirse en una amenaza para todo el Imperio Cristiano y, si bien había demostra do alg u na moderac ión en su trato de los cristianos conquistados, había exhibido una notable crueldad también. Como mínimo, el islamismo impuso una discriminación económica y religiosa contra los que controlaba, convirtiendo a los judíos y a los cristianos en ciudadanos de segunda. Los peregrinos sufrían constantes abusos d e parte de los turcos que habían conquistado J erusalén. En algunos casos, los líderes musulmanes fueron más lejos. Un suceso que podría haber detonado la Cruzada inicial, en 1095, fue la destrucción del Santo Sepulcro por el califa fatimida Al Hakem . De hecho, muchos cristianos de ese tiempo creían que Al  Hakem era el Anticristo. Intereses expansionistas de la nobleza feudal. El marco de la organización

señorial se vio desbordado por el crecimiento, obligando a emigrar a muchos segundones de la pequeña nobleza en busca de nuevas posibilidades de lucro. De esta procedencia eran la mayoría de los caballeros franconormandos que formaron la mayor parte de los contingentes de la primera cruzada. Búsqueda del control del comercio con Asia. Los intereses comerciales de las

ciudades del norte de Italia que participaban en estas expediciones y que encontraron en las cruzadas su oportunidad de intensificar sus relaciones comerciales con el mediterráneo oriental, convirtiéndose en las grandes beneficiarias del proceso. Los comerciantes italianos reabrieron el Mediterráneo oriental al comercio occidental, monopolizaron el tráfico y se convirtieron en 2

intermediarios y distribuidores en Europa de las especies y otros productos traídos de China e India. Afán hegemónico del papado sobre las monarquías y las iglesias de Oriente.

Los Papas buscaban ampliar su poder político y religioso, y vieron las Cruzadas como un instrumento de ensamblaje espiritual que superase las tensiones entre Roma y Constantinopla, que además elevaría su prestigio en la lucha contra los emperadores germanos, afianzando su poder sobre los poderes laicos. También como un medio de unir la cristiandad, desviando la guerra permanente entre el cristianismo romano y ortodoxo, hacia una causa justa que pudiera ser común a todos ellos, la lucha contra el infiel. Los ejércitos cruzados fueron, en cierto sentido, el brazo armado de la política papal. Personajes importantes

Papa Urbano II: Papa No. 159 de la Iglesia católica de 1088 a 1099. Es conocido

por convocar a la Primera Cruzada en el Concilio de Clermont de 1095, aunque murió antes de la culminación de ésta con la toma de Jerusalén. “Lo digo a los presentes. Ordeno que se les diga a los ausentes. Cristo lo manda. A todos los  que allá vayan y pierdan la vida, ya sea en el camino o en el mar, ya en la lucha  contra los paganos, se les concederá el perdón inmediato de sus pecados. Esto lo  concedo a todos los que han de marchar, en virtud del gran don que Dios me ha  dado.” Urbano II 

Emperador Alejandro I Comneno: fue emperador bizantino entre 1081-1118.

Enfrentó la crisis más con la llegada de los caballeros de la Primera Cruzada, organizada a consecuencia de la petición de sus propios embajadores. Alejo había pedido simplemente fuerzas mercenarias para combatir a los infieles, y no las inmensas huestes que empezaron a llegar. Él los envió a Asia, comprometiéndose 3

mediante juramento a auxiliarles en caso de necesidad. Los cruzados recobraron para el Imperio Bizantino varias ciudades e islas, pero los historiadores occidentales que relatan los hechos de la Primera Cruzada consideran al emperador un ejemplo de falsedad y traición. Los cruzados creyeron que había quebrantado su juramento al no haberles ayudado. Durante los últimos veinte años de su vida, perdió gran parte de su popularidad.

Los cruzados: nobles, soldados, clérigos y campesinos europeos, que luego de

hacer un voto solemne, eran convertidos en guerreros, miembros del ejército de la iglesia. El papa les concedió indulgencias, perdón de todo tipo de pecados y privilegios temporales como la exención de la jurisdicción civil, inviolabilidad de tierras, entre otras. Se caracterizaban por llevar una cruz cristiana sobre el traje, de la cual deriva su nombre y por el uso del caballo para las confrontaciones en la guerra y también para las labores cotidianas, aun su sangre a veces les sirvió de bebida en momento de escasez. La mayoría eran de cruzados eran franceses (razón por la cual el francés se convertiría en la lingua franca  de los cruzados y sus futuros estados en Oriente Próximo), aunque también había normandos, lorenenses y flamencos (Bélgica) en gran número. Dentro de los dirigentes se conocieron a Godofredo de Bouillón, Balduino de Flandes, Roberto de Normandía y Raimundo de Tolosa entre otros.

Turcos selyúcidas: Los selyúcidas, selchucos o selyuquíes fueron una dinastía

turca (Turquía) que reinó en los actuales Irán e Iraq, así como en Asia menor entre mediados delSiglo IX y finales del siglo XIII. Causaron estragos en las provincias bizantinas y árabes con su empuje religioso hacia Occidente, pues era de creencia musulmana. Al principio los musulmanes fueron derrotados por estar divididos entre sí, pero a la postre se unieron y vencieron a los cruzados.

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Circunstancias que motivaron las Cruzadas

Fue en tiempos de Urbano II cuando se dieron todas las circunstancias necesarias para la gran empresa: Guerras entre nobles: El emperador de Bizancio, Alejo Comneno, había enviado

emisarios a Roma para pedir socorro contra los turcos. Las autoridades eclesiásticas habían estado tratando de ponerle coto al espíritu guerrero de los nobles al declarar la Tregua de Dios y la Paz de Dios. La primera establecía ciertos períodos durante los cuales se prohibía guerrear, y que normalmente cubrían las principales fiestas de la iglesia, los domingos, el Adviento hasta la Epifanía, y desde el Miércoles de Ceniza hasta la octava después de la Resurrección. La segunda establecía que ciertos lugares, propiedades y personas quedarían exentos de todas las suertes de la guerra. Pero todo esto no bastaba, y muchas veces no se cumplía. Por tanto, los papas reformadores, y Urbano en particular, buscaban otros medios de poner fin a las interminables escaramuzas entre nobles. Crisis económica y sobrepoblación: Los últimos años del siglo XI fueron tristes

en la mayor parte de Europa occidental. Hubo varios años seguidos en que las cosechas escasearon. En algunas regiones el hambre fue atroz. La sobrepoblación hacía pensar la necesidad de conquistar nuevos territorios para vivir. Epidemias: A ella se sumaron las epidemias. La peste causó grandes estragos.

Pero la enfermedad que más se temía, por cuanto no se había conocido antes, fue la de “los ardientes”. Los enfermos sufrían de altísima fiebre, y sus pies y manos se gangrenaban, pudrían y caían en pedazos. Los pocos enfermos que lograban sobrevivir quedaban mutilados, y condenados a una existencia miserable.

Peregrinación armada: aunque se le denomina Primera Cruzada, en realidad

ninguno de los que participaron en ella se veía a sí mismo como "cruzado", que es un término de acuñación posterior a los hechos. La referencia a los cruzados apareció a comienzos del siglo XIII, más de 100 años después de la Primera 5

Cruzada. Tampoco los cruzados se veían a sí mismos como los primeros, puesto que no sabían que habría cruzadas posteriores a la suya. En realidad, se veían como meros peregrinos (peregrinatores ) en un viaje ( iter ), con la particularidad de que iban armados, y es a esa condición, la de participantes en una peregrinación armada, a la que se hace referencia en los relatos contemporáneos. Los participantes en el peregrinaje debían prestar juramento ante la Iglesia de que completarían el viaje, y se enfrentaban al castigo de la excomunión si fallaban en el intento, lo cual dotaba a la cruzada de un carácter oficial. Los cruzados debían  jurar que su viaje no estaría completo hasta que hubiesen puesto el pie dentro del Santo Sepulcro de Jerusalén. Por otra parte, y dado que los peregrinajes eran eventos abiertos a cualquiera que quisiese participar en ellos, también se podían unir candidatos no del todo deseables para una expedición militar. Mujeres, viejos y enfermos, a pesar de que se les desaconsejaba la participación, se podían unir sin que nadie pudiese prohibírselo. Un grupo de musulmanes turcos, los selyúcidas, muy poderosos, agresivos y fundamentalistas en cuanto a la interpretación y cumplimiento de los preceptos del Islam, comenzó su ascenso al poder. Los selyúcidas veían a los peregrinos cristianos como contaminadores de la fe, por lo que decidieron terminar con ellos. En ese momento comenzaron a surgir historias llenas de barbarie sobre el trato a los peregrinos, que fueron pasando de boca en boca hasta la cristiandad occidental. Estas historias, no obstante, en lugar de disuadir a los peregrinos, hicieron que el viaje a Tierra Santa se tiñese de un aura mucho más sagrada de la que ya tenía con anterioridad. Causas religiosas Las peregrinaciones

Desde el siglo IV, las peregrinaciones a Tierra Santa se habían hecho cada vez más populares. En fecha anterior se estableció la costumbre visitar las tumbas de los mártires en el aniversario de su muerte. Ahora que el Imperio era cristiano, se hacía posible emprender peregrinaciones más largas, a Tierra Santa o a Roma, donde descansaban los restos mortales de San Pedro y San Pablo. Pese a la oposición de varios de los “gigantes” que atacaron las peregrinaciones,

al considerarlas una superstición, y que en todo caso había más mérito en quedarse en casa y hacer el bien que en marchar a algún lugar lejano por motivos religiosos, se hicieron cada vez más populares. Se les consideró una forma de penitencia adecuada para ciertos pecados. En algunos documentos del siglo VII, las vemos incluidas entre las penitencias que es lícito imponer a un pecado. Aunque había otros lugares de peregrinación, el de mayor prestigio, tanto por la distancia como por su importancia histórica, era naturalmente la Tierra Santa.

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Cuando los turcos selyúcidas se establecieron en Asia Menor (1055) destruyendo el Imperio Arabe de Bagdad, el acceso al Santo Sepulcro se hizo totalmente imposible para los peregrinos. Constantinopla se vio amenazada, y por ello le pidió ayuda repetidamente al Occidente. Para los peregrinos, el resultado de todo esto fue hacer su viaje peligroso pues había fuertes bandas de ladrones contra las cuales era necesario armarse. Dadas las nuevas circunstancias, y el hecho de que eran muchos los peregrinos que no volvían a sus hogares, comenzó a pensarse de la Tierra Santa como el lugar de la última peregrinación. Muchos documentos de la época nos hablan de peregrinos que esperaban morir en Jerusalén o en el camino. Y algunos llegan a mostrarse decepcionados por haber podido regresar. Esta situación dio lugar a los peregrinajes armados. Aquellos peregrinos no iban a conquistar la Tierra Santa. Pero si tropezaban con algún bandido, o si alguna banda de soldados pretendía matarlos o hacerlos cautivos, debían estar prontos a defenderse. Así llegó a haber peregrinajes que parecían pequeños ejércitos. Y en ellos se encuentran algunas de las raíces de las cruzadas.

La guerra santa

La tradición de la guerra santa se fundiría a la de las peregrinaciones para crear el ideal de las cruzadas. Como es de todos sabido, la iglesia antigua tuvo serias dudas acerca de si se podía ser soldado y cristiano al mismo tiempo. Pero en época de Constantino esas dudas habían sido resueltas, y por tanto los cristianos parecen haber sido relativamente numerosos en las legiones romanas. Eusebio narra las guerras de Constantino contra Majencio y Licinio como si se tratara de una empresa ordenada por Dios. Para ello tenía amplios precedentes en el Antiguo Testamento, y no dejó de hacer uso de ellos. Poco después Agustín desarrolló la teoría de la guerra justa , y señaló las condiciones necesarias para poder darle ese título a un acto bélico cualquiera. En la “era de las tinieblas”,

fueron muchos los obispos cristianos que de un modo u otro apoyaron a algún ejército que salía al campo de batalla. Las conquistas de Carlomagno recibieron sanción papal. En la época que estamos estudiando, el papa León IX dio el ejemplo, al marchar al frente de las tropas con las que esperaba derrotar a los normandos. Al mismo tiempo, los cristianos trataban de echar a los moros de España. En esa empresa contaban con el apoyo de la iglesia y la bendición del papa, que a veces llegó a reclamar los territorios conquistados como propiedad de San Pedro. Además, Gregorio VII, la figura predominante de la reforma del siglo XI, había tratado de enviar soldados occidentales a socorrer al Imperio Bizantino, pero sus convocatorias habían caído en oídos sordos.

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Causas políticas

Para comprender las razones por la que se iniciaron las cruzadas, hay que conocer la situación de Europa en aquella época: Amenaza musulman de conquistar Constantinopla

En torno al año 1000, Constantinopla, se erigía como la ciudad más próspera y poderosa del mundo conocido. Situada en una posición fácilmente defendible, en medio de las principales rutas comerciales, y con un gobierno centralizado y absoluto en la persona del Emperador, además de un ejército capaz y profesional, hacían de la ciudad y los territorios gobernados por ésta (el Imperio Bizantino  – Imperio Romano de Oriente) una nación sin par en todo el orbe. Gracias a las acciones emprendidas por el Emperador Basilio II, los enemigos más cercanos a sus fronteras habían sido humillados y absorbidos en su totalidad. Sin embargo, tras la muerte de Basilio, monarcas menos competentes ocuparon el trono bizantino, al tiempo que en el horizonte surgía una nueva amenaza proveniente de Asia Central. Eran los turcos, tribus nómadas que, en el transcurso de esos años, se habían convertido al Islam. Una de esas tribus, los turcos selyúcidas (llamadas así por su mítico líder Selyuk), con todo el fanatismo de los recién conversos, se lanzó contra el "infiel" Imperio de Constantinopla. En la batalla de Manzikert, en el año 1071, el grueso del ejército imperial fue arrasado por las tropas turcas, y uno de los co-Emperadores fue capturado. A raíz de esta debacle, los Bizantinos debieron ceder la mayor parte de Asia Menor (hoy el núcleo de la nación turca) a los selyúcidas. Ahora había fuerzas musulmanas apostadas a escasos kilómetros de la misma Constantinopla.

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Por otra parte, los turcos también habían avanzado en dirección sur, hacia Siria y Palestina. Una a una las ciudades del Mediterráneo Oriental cayeron en sus manos, y en 1070, un año antes de Manzikert, entraron en la Ciudad Santa, Jerusalén. Estos dos hechos conmocionaron tanto a Europa Occidental como a la Oriental. Ambos empezaron a temer que los turcos fueran a engullir lentamente al mundo cristiano, haciendo desaparecer su religión. Además, empezaron a llegar numerosos rumores acerca de torturas y otros horrores cometidos contra peregrinos en Jerusalén por las autoridades turcas. La paciencia iba a agotarse en algún momento. En 1081, subió al trono Bizantino un general, Alejo I Comneno, que decidió hacer frente de manera enérgica al expansionismo turco, que había derrotado a los bizantinos en la Batalla de Manzikert. Pero pronto se dio cuenta de que no podría hacer el trabajo solo, por lo que inició acercamientos con Occidente, a pesar de que las ramas occidental y oriental de la cristiandad habían roto relaciones en 1054. Alejo estaba interesado en poder contar con un ejército mercenario[1] occidental que, unido a las fuerzas imperiales, atacaran a los turcos en su base y los mandaran de vuelta a Asia Central. Deseaba en particular usar soldados normandos (hombres del norte de Francia), los cuales habían conquistado el reino de Inglaterra en 1066 y por la misma época habían expulsado a los mismos bizantinos del sur de Italia. Debido a estos encuentros, Alejo conocía muy bien el poder de los normandos. Y ahora los quería como aliados. Alejo envió emisarios a hablar directamente con el papa Urbano II, para pedirle su intercesión en el reclutamiento de los mercenarios. El Papado ya se había mostrado capaz de intervenir en asuntos militares, ahora era otra oportunidad de demostrar el poder del papa sobre la voluntad de Europa. En 1095, Urbano II convocó un concilio en la ciudad de Piacenza, donde hubo tal concentración de Obispos que tuvo que realizarse a las afueras de la ciudad. Allí expuso la propuesta del Emperador, pero el conflicto de los obispos asistentes al concilio, incluido el Papa, con el Emperador Enrique IV (quien estaba apoyando a un antipapa), primaron sobre el estudio de la petición de Constantinopla. Alejo tendría que esperar.

Reconquista

de

Tierra

Santa 9

Sin embargo, Urbano no se limitó a garantizar su apoyo a los bizantinos y pronto concibió la idea de arrebatar Jerusalén y el resto de Tierra Santa a los selyúcidas, poniéndolos bajo el mando de europeos occidentales. En noviembre de 1095 convocó el Concilio de Clermont, al que acudieron en su mayor parte clérigos de origen francés, con el fin de dar a conocer su proyecto. Los asistentes se dejaron seducir por las arengas de Urbano, que postulaba entre otras cosas que Dios había elegido a Francia como guía de la Cristiandad para liberar Tierra Santa del yugo de los infieles musulmanes, en un proceso en el que todo aquel que participase vería perdonados sus pecado y sería recompensado a su llegada a Palestina con las fértiles tierras de ésta, ricas en leche y miel. Cuando preguntó a los asistentes si pondrían su espada al servicio de Dios, toda la audiencia contestó con un sonoro Dieu le veut!  ("¡Dios lo quiere!") que a partir de entonces se convertiría en el grito de guerra de los cruzados. Al año siguiente partió una nutrida expedición de ejército europeo hacia Oriente. La sociedad europea, en su devenir, había ido acumulando un considerable potencial bélico. Por otra parte, el Islam se había erigido en un peligroso y fuerte enemigo. Ambas cosas se aunaron y dieron origen a las Cruzadas, proyectadas por la Cristiandad Occidental para salvar a la Cristiandad Oriental de los musulmanes. El resultado, sin embargo, quedó lejos de los propósitos y, en puridad, el movimiento cruzado, considerado históricamente, fue un fracaso discutible. Historia de las Cruzadas

La historiografía tradicional contabiliza ocho cruzadas, aunque en realidad el número de expediciones fue mayor. Las tres primeras se centraron en Palestina, para luego volver la vista al Norte de África o servir a otros intereses, como la IV Cruzada. Primera cruzada Año: 1095 – 1099 Dirigida por: Pedro el Ermitaño, Godofredo de Bouillon y Balduino de Flandes,

Raimundo IV de Tolosa, Bohemundo I de Tarento, Hugo de Vermandois Predicada por: Papa Urbano II, legado Aldemar de Monteil (Obispo de Puy) Causas: Control de Anatolia y del levante mediterráneo por parte de los musulmanes. Sucesos históricos: El 27 de Noviembre de 1095, penúltimo día del Concilio de Clermont, se proclamó el grito de « ¡Dios lo quiere! », bajó el llamamiento del papa Urbano II a todos los cristianos a tomar el camino a Jerusalén, para luchar contra los turcos, ostentando una cruz como señal. A este Concilio asistieron 3.000 clérigos y aproximadamente 30. 000 laicos, además algunos embajadores bizantinos. La Santa Sede asumió la organización y dirección de la empresa. Urbano II designó como legado suyo a Ademar de Monteil, obispo de Puy.

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Cruzada de los pobres

La predicación de Urbano II puso en marcha en primer lugar a multitud de gente humilde, dirigida por el predicador Pedro de Amiens el Ermitaño y algunos caballeros franceses en marzo de 1096. Este grupo formó la llamada Cruzada popular, de los pobres, de los campesinos o Cruzada de Pedro el Ermitaño.

Pedro recorrió los campos de Italia y Francia predicando la Cruzada a los humildes. Las multitudes lo veneraban como aun santo, permanecía en sandalias y una sencilla túnica de lana. De forma desorganizada se dirigieron más de 40.000 cruzados, hacia Oriente, cifra compuesta por soldados sin experiencia, mujeres y niños, que carecían de armas y sólo llevaban algunas herramientas, pensado que sería un corto viaje. La falta de provisiones y la falta de escrúpulos de muchos miembros del ejército, se usó como oportunidad para saquear, robar y cometer matanzas a su paso por el Reino de Hungría. Saqueaban las aldeas y robaban el ganado por el camino para alimentarse, por lo que los gobernantes de las regiones por las que pasaban se vieron obligados a darles suministros o a usar la fuerza para librarse de ellos. En el difícil trayecto murieron unas diez mil personas, cerca de un cuarto de las tropas iniciales de Pedro, y el restó llegó a Constantinopla en condiciones no muy favorables. Finalmente, el emperador Alejandro I decidió embarcarlos rápidamente hacia Turquía (estrecho del Bósforo) para quitarse ese problema de dar tantas provisiones. Tras cruzar Asia Menor, el ejército se dividió por discusiones, pues algunos se impacientaron y no quisieron esperar los cruzados que venían del resto de Europa animados por el botín. Una parte fue masacrada y esclavizada por los turcos selyúcidas (1096), debido a su inexperiencia en la guerra. Pedro el Ermitaño consiguió volver a Bizancio y unirse a la Cruzada de los príncipes.

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Persecución a los judíos

La Primera Cruzada fue la chispa que inició una tradición de violencia organizada contra el pueblo judío en Europa. Si bien el antisemitismo había existido en Europa desde hacía siglos, la Primera Cruzada supuso el primer caso de violencia en masa y organizada contra las comunidades judías. En Alemania, ciertos líderes interpretaron que esta lucha contra el infiel debía ser llevada no sólo contra los musulmanes ubicados en Tierra Santa, sino también contra los judíos que habitaban en sus propias tierras. Los sermones que predicaban la Cruzada inspiraron un antisemitismo todavía mayor. Según algunos predicadores, los judíos y los musulmanes eran enemigos de Cristo, y era deber de la cristiandad enfrentarse a esos enemigos o convertirles a la fe cristiana. Por otro lado, en algunos lugares de Francia y de Alemania se consideró a los judíos como culpables de la crucifixión de Jesús, y se trataba de un colectivo mucho más visible y cercano que el de los musulmanes. Los Cruzados viajaron al norte a través del valle del Rin en busca de las comunidades judías más conocidas como Colonia, para luego dirigirse al sur. A las comunidades judías se les daba la opción de convertirse o ser masacradas. Muchas se negaron a la conversión y, a medida que se extendían las noticias de las masacres, se dieron algunos casos de suicidios en masa. Esta interpretación de la Cruzada como guerra contra todo tipo de infiel, sin embargo, no fue algo universal, y existe constancia de que los judíos encontraron refugio en algunos santuarios cristianos. Cruzada de los príncipes (Primera Cruzada)

Mucho más organizada fue la llamada Cruzada de los Príncipes o Barones  (denominada habitualmente en la historiografía como la Primera Cruzada ) cerca de agosto de 1096, formada por una serie de contingentes armados procedentes principalmente de Francia, Países Bajos y el reino normando de Sicilia. Estos grupos estaban conformados por miembros de la nobleza feudal, que se dividían en cuatro ejércitos: § El primer grupo, compuesto por caballeros de origen lorenés y flamenco, estaba comandado por Godofredo de Bouillón junto con sus hermanos Balduino de Boulogne y Eustaquio y se dirigió a Constantinopla a través de Alemania y Hungría. § El segundo grupo estaba compuesto por caballeros normandos septentrionales comandados por Hugo de Vermandois, hermano del rey Felipe I de Francia y que llevaba el estandarte papal, Estéfano II de Blois, cuñado del rey Guillermo II de Inglaterra, por el conde Roberto II de Flandes y por Roberto II de Normandía y se dirigió a Constantinopla vía marítima partiendo desde Bari.

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§ El tercer grupo lo componían los caballeros normandos meridionales a cuyo frente se encontraba Bohemundo de Tarento junto con su sobrino Tancredo que tras reunirse con los normandos septentrionales partieron juntos hacia Constantinopla. § El cuarto grupo estaba compuesto por caballeros occitanos dirigidos por Raimundo de Tolosa y a quien acompañaba Ademar de Le Puy, legado pontificio y jefe espiritual de la expedición. Este contingente se dirigió a Constantinopla atravesando Eslovenia y Dalmacia. En total, el ejército cruzado estaba compuesto por entre 30.000 y 35.000 cruzados, incluyendo a unos 5000 caballeros. Los distintos grupos de cruzados llegaron a Constantinopla con pocas provisiones, esperando recibir ayuda de Alejo I. Alejo, por su parte, se encontraba en una situación difícil. Tras la dudosa experiencia vivida con la anterior cruzada de los pobres, y teniendo en cuenta que Bohemundo de Tarento era un antiguo enemigo suyo normando, no sabía hasta qué punto podía fiarse de los supuestos aliados cristianos venidos de occidente. Por otro lado, Alejo seguía teniendo esperanzas de conseguir controlar a este grupo de cruzados, y parece que incluso contemplaba la posibilidad de usarles como agentes del imperio bizantino para recuperar tierras perdidas. Dada la situación, Alejo llegó a un acuerdo con los cruzados: en intercambio por la comida y los suministros, Alejo exigía que los cruzados le jurasen lealtad, y que prometiesen devolver al Imperio bizantino todo el terreno que recuperasen de los turcos. Los cruzados, sin agua ni comida, no tuvieron otra opción que aceptar tomar el juramento. El emperador bizantino Alejo I Comneno, facilitó a éstos el paso a Asia Menor. Pronto los cruzados se apoderaron de Nicea; en Dorilea (1097) obtuvieron una aplastante victoria sobre los selyúcidas, lo que les permitió alcanzar Antioquía, a través de Frigia y del Tauro, sin hallar gran resistencia. Conquistada Antioquía tras un penoso asedio de siete meses (1098), no lo devolvieron al imperio Bizantino, sino que Bohemundo la retuvo para sí formando el Principado de Antioquía. Desde Antioquía se dirigieron hacia Jerusalén, conquistando algunas plazas por el camino y sorteando otras. En junio de 1099 sitiaron la capital, que cayó en manos de los cruzados el 15 de julio de 1099. En la conquista, los cruzados realizaron una terrible matanza, que no respetó a judíos ni a musulmanes, mujeres o niños. Aquellos soldados de Cristo se dedicaron a la venganza. Todos los soldados sarracenos fueron muertos, y la población civil no sufrió mejor suerte. Muchas mujeres fueron violadas. A otras se les arrancaron los niños de pecho, para estrellarlos contra las paredes. Los judíos habían acudido a la sinagoga. Los cruzados le prendieron fuego al edificio, y los mataron a todos. Según cuenta un testigo ocular, la carnicería fue tal que en el Pórtico de Salomón la sangre llegaba a las rodillas de los caballos. Cuando por fin terminó la matanza, y se decidió que era hora de enterrar los cadáveres, los sobrevivientes entre los sarracenos eran

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tan pocos que fue necesario pagarles a los cristianos más pobres para que se ocuparan de la tétrica labor. «Maravillosos espectáculos alegraban nuestra vista. Algunos de nosotros, los más  piadosos, cortaron las cabezas de los musulmanes; otros los hicieron blancos de  sus flechas; otros fueron más lejos y los arrastraron a las hogueras. En las calles y  plazas de Jerusalén no se veían más que montones de cabezas, manos y pies. Se  derramó tanta sangre en la mezquita edificada sobre el templo de Salomón, que  los cadáveres flotaban en ella y en muchos lugares la sangre nos llegaba hasta la  rodilla. Cuando no hubo más musulmanes que matar, los jefes del ejército se  dirigieron en procesión a la Iglesia del Santo Sepulcro para la ceremonia de acción  de gracias » Raimundo de Aguilers canónigo de Puy

"Nuestro líderes también ordenaron que todos los sarracenos muertos fuesen  enviados fuera de la ciudad debido al hedor, puesto que toda la ciudad estaba  llena de cuerpos; y por ello los sarracenos vivos arrastraron a los muertos hasta  las salidas de las murallas y los colocaron en piras, como si fuesen casas. Nunca  nadie pudo ver u oír de una masacre como esa de paganos, puesto que las piras  funerarias se alzaban como pirámides, y nadie sabe su número salvo el mismo  Dios."  Gesta de los Francos (Crónica de la Primera Cruzada)

En primer lugar los cruzados ofrecieron a Raimundo de Tolosa el título de rey de Jerusalén, pero lo rechazó. Después se le ofreció a Godofredo de Bouillón, que aceptó gobernar la ciudad pero rechazó ser coronado como rey, diciendo que no llevaría una "corona de oro" en el lugar en el que Cristo había portado "una corona de espinas". En su lugar, tomó el título de Advocatus Sancti Sepulchri  ("Protector del Santo Sepulcro") o, simplemente, el de "Príncipe".

Con esta conquista finalizó la Primera Cruzada, y muchos cruzados retornaron a sus países de origen. El resto se quedó para consolidar los territorios recién conquistados. Junto al Reino de Jerusalén y al principado de Antioquía, se crearon además los condados de Edesa (actual Urfa, en Turquía) y Trípoli (en el actual Líbano). Tras estos éxitos iniciales se produjo una nueva oleada de cruzados, que formaron la llamada cruzada de 1101. Sin embargo, esta expedición, dividida en tres grupos, fue derrotada por los turcos mientras atravesaban Anatolia. Este percance apagó los espíritus cruzados durante algunos años.

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Los logros de la primera Cruzada se debieron en gran medida al aislamiento y relativa debilidad de los musulmanes. Sin embargo, la generación posterior a esta Cruzada contempló el inicio de la reunificación musulmana en el Próximo Oriente bajo el liderazgo de Imad al-Din Zangi, gobernante de Mosul y Halab (actualmente en el norte de Siria). Bajo el mando de Zangi, las tropas musulmanas obtuvieron su primera gran victoria contra los cruzados al tomar la ciudad de Edesa en 1144, tras lo cual desmantelaron sistemáticamente el Estado cruzado en la región.

Consecuencias:

§ Victoria cristiana y control de los territorios en disputa. Conquista de Nicea (1097), Antioquía (1098), Tarso, Laodicea y Jerusalén (1099). § Formación de los estados latinos de Oriente en Tierra Santa: el reino de Jerusalén (1099), el principado de Antioquía (1098) y los condados de Edesa y Trípoli (1099). § Recuperación de algunos territorios para el Imperio Bizantino. § Aumento del prestigio del Papado. El papado vio las Cruzadas como su forma de imponer la influencia católica como fuerza de unificación, convirtiendo la guerra en una misión religiosa. Esto supuso una nueva actitud frente a la religión que hizo posible que la disciplina religiosa, antes aplicable solamente a los monjes, se

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extendiese también al campo de batalla, con la creación del concepto del guerrero religioso y del sentimiento de caballería. § Revitalización de la economía y el comercio internacional. § No tuvo éxito en unir de nuevo el cisma existente entre el este y el oeste y, sin darse cuenta, contribuyó a solidificar el cisma, sobre todo tras el saqueo de Constantinopla de las últimas cruzadas. Segunda cruzada Año: 1147 – 1149 Dirigida por: Luis VII Rey de Francia  – Emperador Romano Conrado III

(Alemania)

Predicada por: Bernardo de Clairvaux (Claraval) designado por el Papa Eugenio

III

Causa: Toma de Edesa por parte de los turcos, a manos del sultán Zenguí (1144) Sucesos Históricos: el papa Eugenio III, que vivía en Viterbo, pues no

controlaba Roma, decidió a pesar de todo que la cruzada debía de ser más organizada y centralizada que la Primera. Los predicadores debían contar con la aprobación papal, los ejércitos, estar dirigidos por los reyes más poderosos de Europa y la ruta debía decidirse de antemano.

En un comienzo, apenas hubo entusiasmo popular por la cruzada, sin embargo, el Papa encargó a Bernardo, uno de los hombres más famosos y respetados de la Cristiandad, que predicase la cruzada, y le garantizó las mismas indulgencias que Urbano II había concedido durante la Primera Cruzada. Bernardo decidió hacer hincapié sobre el hecho de que tomar la cruz era un medio para lograr la absolución de los pecados y alcanzar la gracia. Bernardo ejerció el poder de su oratoria y sus oyentes se alzaron al grito de "¡cruces, dadnos cruces!" y agotaron las telas haciendo cruces, e incluso se dice que el propio Bernardo entregó sus vestiduras externas con este fin. A diferencia de la Primera Cruzada, la nueva aventura atrajo también a miembros de la realeza, así como a otros muchos nobles y obispos. Luis VII y su esposa Leonor, junto con los príncipes y aristócratas presentes en la asamblea se postraron a los pies de Bernardo para recibir la cruz de peregrinos. Pero fue la gente común la que dio muestras de mayor entusiasmo. El Papa nombró santo a Bernardo por sus méritos enardeciendo a la gente y enviándolos a combatir a los musulmanes para recuperar Tierra Santa. San Bernardo escribió al Papa pocos días después: "Abrí la boca, hablé, e inmediatamente los cruzados se multiplicaron hasta el infinito. Las aldeas y villas están vacías; apenas hay un hombre por cada siete mujeres. Por todas partes se ven viudas, cuyos maridos aún viven". Bernardo predicó también en Alemania, y las crónicas recogen los supuestos milagros que protagonizó, y que sirvieron para multiplicar el número de peregrinos adheridos a la Cruzada. Después de cruzar el territorio bizantino, ya en Anatolia, ambos ejércitos fueron derrotados, por separado, por los turcos selyúcidas. Luis, Conrado y los restos de 16

sus ejércitos llegaron a Jerusalén y en 1148 participaron en un desacertado ataque sobre Damasco. La cruzada en oriente fue un fracaso para los cruzados y una gran victoria para los musulmanes. Desmoralizados y atemorizados, la mayor parte de los soldados y peregrinos regresó a Europa. En último término, dicho fracaso conduciría al sitio y caída de Jerusalén en 1187 y a la convocatoria de la Tercera Cruzada a finales del siglo XII. Cerca de Dorilea las tropas germanas fueron puestas en fuga por una emboscada turca. El único éxito se produjo fuera del Mediterráneo en la península Ibérica, en dónde los cruzados ingleses, escoceses, flamencos, frisones, normandos y algunos alemanes, en su ruta marítima hacia Tierra Santa, se detuvieron en las costas portuguesas y ayudaron a la toma de Lisboa, Almería y Tarragona en 1147. Consecuencias:

§ Fracaso en la reconquista del Condado de edesa y en el asalto a Damasco. § Incremento de las hostilidades entre los Estados cruzados y los Imperios musulmanes. § Reconquista de Lisboa, Tarragona y Almería. § Tratado de paz entre el Imperio bizantino y los turcos Selyúcidas. § Aumento de la tensión entre el Imperio Bizantino y los Cruzados.

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Tercera cruzada – Cruzada de los reyes Año: 1189 – 1192 Dirigida por: Ricardo I de Inglaterra (Corazón de León), Felipe II Augusto de

Francia, Federico I Barbarroja de Alemania Predicada por: Papa Gregorio VIII, Guillermo de Tiro Causa: Tras su victoria sobre Guido de Lusignan en la batalla de Hatin (Junio de1187), los turcos de Saladino se apoderaron de Jerusalén (Octubre de 1187) y del reino latino. Ruta: Los expedicionarios alemanes, desde Ratisbona, tomaron la ruta del Danubio, a Constantinopla y pasaron al Asia Menor, donde derrotaron a los turcos cerca de Inconium. Sucesos Históricos: El nuevo Papa, Gregorio VIII proclamó que la pérdida de Jerusalén era un castigo divino por los pecados de los cristianos de Europa. Surgió un clamor por una nueva cruzada para reconquistar los Santos Lugares. La tercera cruzada se convirtió en una empresa personal del esforzado pero poco hábil Ricardo Corazón de León, quien logró derrotar a Saladino en Arsuf, pero no consiguió conquistar Jerusalén. El soberano inglés y el sultán turco, acordaron una tregua de tres años, tres meses, tres semanas y tres días; el mantenimiento de las posiciones respectivas y el libre acceso a Jerusalén de los peregrinos cristianos, sin armas y en pequeños grupos. La cristiandad no pudo admitir con alegría este acuerdo: habían sido muchas las fuerzas movilizadas para un tan pobre resultado. Si el gran Lancelot del Rey Arturo estaba considerado el prototipo del caballero cristiano, los musulmanes también tenían su modelo, pero no de ficción, sino de carne y hueso. Nos referimos a Saladino, sultán de Egipto y Siria y creador del imperio más vasto del mediterráneo oriental, después de conquistar Jerusalén y la práctica totalidad de los territorios de los cruzados en Oriente. Las actitudes siempre nobles y caballerescas de Saladino, en contra de las costumbres de la época, se hicieron tan famosas como sus gestas guerreras. Y no sólo en el bando musulmán. Hasta tal punto llegó su reputación entre los cruzados, que por Europa comenzaron a correr leyendas donde se le ensalzaba poco menos que como a un héroe cristiano. (Soha Abboud Haggar) Consecuencias: Ricardo tomó Chipre para cederla luego al Rey de Jerusalén (1191).

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Cuarta cruzada Año: 1202 – 1204 Dirigida por: Emperador Alemán Felipe de Suabia Predicada por: Papa Celestino III, Papa Inocencio III, Fulco de Neuilly Sucesos Históricos: A la muerte de Saladino (1193), el papa Celestino III

encomendó al emperador Enrique VI la organización de una nueva cruzada; pero la repentina muerte del monarca alemán (1197) abocó la empresa al fracaso. Poco después de ser elevado al trono papal, Inocencio III hizo un nuevo llamamiento a la cristiandad, instándola a unir sus fuerzas y reconquistar los Santos Lugares. Su llamada, sin embargo, tuvo poco éxito entre los monarcas europeos. Los alemanes estaban enfrentados al poder papal, en tanto que Francia e Inglaterra se encontraban combatiendo la una contra la otra. Sin embargo, gracias a las encendidas prédicas de Fulco de Neuilly, se organizó finalmente un ejército cruzado. El emperador alemán Felipe de Suabia y numerosos caballeros del Occidente europeo respondieron a la llamada del papa, pero como se vieron los motivos que impulsaban a unos y a otros eran muy dispares. Mientras que el papa Inocencio III deseaba ardientemente la recuperación de la Ciudad Santa, Venecia sólo pretendía consolidar su domino del comercio en el mediterráneo oriental; por su parte, Felipe de Suabia, alegando los derechos de su esposa, trataba de hacerse con el trono de Constantinopla; finalmente, debe destacarse que fue el ansia de botín, más que una convicción religiosa, lo que movió a la nobleza de Occidente a alistarse en el ejército cruzado. Consecuencias:

Conquista y saqueo de Constantinopla, capital del Imperio Bizantino, La ciudad fue saqueada durante varios días. Los cronistas se hacen eco de las atrocidades perpetradas por los conquistadores. Del saqueo no se libraron las iglesias ni los monasterios, y en la misma Santa Sofía fueron destruidos el iconostasio de plata y varios libros y objetos de culto. Según relata Nicetas Coniates: Destrozaron las santas imágenes y arrojaron las sagradas reliquias de los mártires  a lugares que me avergüenza mencionar, esparciendo por doquier el cuerpo y la  sangre del Salvador [...] En cuanto a la profanación de la Gran Iglesia, destruyeron  el altar mayor y repartieron los trozos entre ellos [...] E introdujeron caballos y  mulas a la iglesia para poder llevarse mejor los recipientes sagrados, el púlpito, las  puertas y todo el mobiliario que encontraban; y cuando algunas de estas bestias  se resbalaban y caían, las atravesaban con sus espadas, ensuciando la iglesia  con su sangre y excrementos. Una vulgar ramera fue entronizada en la silla del  patriarca para lanzar insultos a Jesucristo y cantaba canciones obscenas y bailaba  inmodestamente en el lugar sagrado [...] tampoco mostraron misericordia con las  matronas virtuosas, las doncellas inocentes e incluso las vírgenes consagradas a  Dios. 19

Quinta cruzada Año: 1217 – 1221 Dirigida por: Andrés II de Hungría, Duque Leopoldo VI de Austria, Guillermo de

Holanda, Juan de Brienne rey titular de Jerusalén. Predicada por: Papa Inocencio III (murió al inicio de los preparativos), Papa Honorio III Causa: En el IV Concilio de Letrán (1215) se aprobó la predicación de una nueva cruzada. Sucesos históricos: En un principio la expedición tuvo como objetivo la conquista de Palestina, pero no habiendo logrado expugnar el Monte Tabor, los cruzados se trasladaron hacia Egipto, donde tomaron Damieta y obtuvieron un cuantioso botín. Alarmado, el sultán ayubita les propuso la paz, que el cardenal pelagio, legado pontificio, creyendo fácil la conquista de todo el país, rechazó, contra el parecer de Juan, partidario de canjear Damieta por Jerusalén. Los expedicionarios marcharon sobre El Cairo, pero los continuos ataques de que eran objetos y la crecida del Nilo les obligaron a emprender la retirada. Los supervivientes, para salvar su vida y su libertad, hubieron de devolver Damieta al sultán (1221). Consecuencia: Los términos de esta rendición supusieron la vuelta de Damietta a manos de Al-Kamil, quien aceptó un acuerdo de paz de ocho años de duración. Fue por tanto una cruzada inútil, que apenas alteró el equilibrio de poder entre cristianos y musulmanes. Sexta cruzada Año: 1228- 1229 Dirigida por: Federico II de Alemania (soberano excomulgado) Predicada por: Papa Honorio III, Papa Gregorio IX Sucesos históricos: La predicó el papa Honorio III, y desde un primer momento

se contó con el emperador Federico II prestaría a ella todo su apoyo y colaboración. El monarca alemán había hecho numerosas promesas en tal sentido, pero jamás había tenido intención de cumplirlas. (Federico II veía a la cruzada como algo anacrónico: a sus ojos la diplomacia era un arma más eficaz que la guerra; por otra parte, la cruzada había de favorecer los intereses del papado, su encarnizado rival, pero en modo alguno los suyos.) Una y otra vez Federico II aplazó la expedición. En 1227, siendo ya Papa Gregorio IX, Federico y su ejército partieron de Brindisi hacia Siria, pero una epidemia les obligó a volver a Italia. Esto le dio a Gregorio la excusa para excomulgar, por romper sus votos de cruzado, a Federico, que llevaba años luchando por consolidar el poder imperial en Italia a expensas del Papado. Sólo ante la excomunión lanzada contra él por Gregorio IX, el enérgico sucesor de Honorio III, Federico II decidió embarcarse hacia Palestina, acompañado de un reducido ejército (1228). Su propósito no era la conquista de 20

los santos Lugares, sino el establecimiento de un condominio cristiano-musulmán sobre ellos. Federico II y el sultán egipcio llegaron fácilmente a un acuerdo, por el que aquél recibió Jerusalén, Nazaret, Belén y las poblaciones situadas junto al camino entre el puerto de Jaffa y la Ciudad Santa; también se concertó una tregua de diez años (1229). La Ciudad Santa, reconquistada por los musulmanes en 1244 no volvería a estar en manos de cristianos. No obstante, Federico había sentado un precedente: la Cruzada podía tener éxito aun sin apoyo papal. A partir de ese momento los reyes europeos podían, por iniciativa propia, tomar la Cruz, como hicieron Luis IX de Francia (Séptima y Octava Cruzadas) y Eduardo I de Inglaterra (Novena Cruzada). Consecuencia: alcanzó unos objetivos sorprendentes para la época: el

condominio confesional de Jerusalén, Belén y Nazareth (1229), status que sin embargo duraría pocos años. Séptima cruzada Año: 1248 - 1254 Dirigida por: Luis IX de Francia Predicada por: Papa Inocencio IV Causas: En 1244 los musulmanes retomaron Jerusalén tras la tregua de diez

años que siguió a la Sexta Cruzada. Este hecho no supuso el gran impacto que en ocasiones anteriores, debido a que Occidente ya había visto como Jerusalén cambiaba de manos en diversas ocasiones. La llamada a la cruzada, por tanto, no fue inmediata ni generalizada. Sucesos Históricos: En 1939, poco antes de expirar la tregua acordada en 1229, Teobaldo de Champaña, rey de Navarra, dirigió una expedición a Tierra Santa, sin resultado alguno. Como respuesta, los musulmanes se adueñaron nuevamente de Jerusalén. Un año después, en 1240, Ricardo de Cornualles recupera los Santos Lugares para la cristiandad, pero por poco tiempo: en 1244 las fuerzas cristianas en Palestina eran derrotadas en la batalla de Gaza y, como consecuencia, solo Jaffa y San Juan de acre permanecían bajo su dominio. Ante este desastre el papa Inocencio IV Hizo un nuevo llamamiento a los príncipes cristianos. Luis IX de Francia asumió la dirección de la cruzada. El monarca y lo más granado de la nobleza Francesa embarcaron en Aigües-Mortes (1248), rumbo a Chipre y Egipto, donde, tras apoderarse de Damieta (1249), marcharon sobre El Cairo. Como hicieran treinta años antes los expedicionarios de la Quinta Cruzada, Luis IX y sus caballeros desoyeron las ofertas del sultán egipcio de canjear Damieta por los Santos Lugares. En las proximidades de Mensura los musulmanes infligieron a los cruzados una dura derrota, y en la retirada fue hecho prisionero el rey Francés con buena parte de su hueste. El precio de su libertad fue la entrega de Damieta y de un millón de besantes de oro. Desde Egipto Luis IX paso a Palestina, donde permaneció varios años, hasta 1254, impulsando la fortificación de las pocas plazas en poder de los cristianos. 21

Consecuencia: Con el retorno del rey a sus tierras, la cruzada concluyó en un

fracaso para los europeos, sin embargo el prestigio de Luis aumentó. Más tarde protagonizaría un nuevo intento de retomar Tierra Santa (Octava Cruzada) que acabaría también en fracaso.

Octava cruzada Año: 1270 – 1271 Dirigida por: Luis IX de Francia, Carlos de Anjou Causas: pérdida de Jaffa y de Antioquía (1268) Sucesos Históricos: La pérdida de Jaffa y de Antioquía (1268) Hacia proveer un

inmediato fin de los establecimientos cristianos en Oriente. Ello Movió a Luis IX a tomar nuevamente la cruz. Probablemente cediendo a los deseos de su hermano Carlos de Anjou, rey de Nápoles y de Sicilia, deseoso de liberarse de los piratas que asolaban las cosas de los estados, el monarca Francés decidió atacar al Islam por la retaguardia. Desde Aigües-Mortes, donde embarco el 1 de agosto de 1270, puso rumbo a Túnez. Poco días después de haber formado el cerco de esta ciudad, se declaró una terrible epidemia entre los sitiadores; el 25 de agosto sucumbía Luis IX. La expedición quedo al mando de Carlos de Anjou, quien obtuvo del sultán tunecino un ventajoso tratado (1270). En 1274 el papa alentó una nueva expedición, a la que prometió su ayuda el emperador Rodolfo de Habsburgo; pero no paso de ser un proyecto. Consecuencia: Fue dirigida contra Túnez y concluyó con la muerte de Luis ante la ciudad sitiada. No alcanzó los objetivos 22

Resumen La primera cruzada (1096-1099) fue predicada por Pedro del Ermitaño y decidida

en el concilio de Clermont un año antes. Se conquistó Nicea, Tarso, Antioquía, Laodicea y Jerusalen, proclamando rey a Godofredo de Bouillon

La segunda cruzada duró dos años (1147-1149). Predicada por San Bernardo.

Tomó parte el rey Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania.

La tercera cruzada (1189-1193) fue predicada por Guillermo de Tiro, como

consecuencia de la conquista de Jerusalen por Saladino en 1188. Participaron Federico Barbarroja de Alemania, Felipe Augusto de Francia y Ricardo Corazón de Leon de Inglaterra.

La cuarta cruzada (1202-1204), predicada por el papa Inocencio III. Participaron

Balduino conde de Flandes, Simon de Montfort y Bonifacio de Monferrato. En vez de dirigierse hacia Jerusalén atacaron Constantinopla, destronaron al emperador Ale jo III, e implantaron a Balduino de Flandes como emperador.

La quinta cruzada (1217-1222) la inició Juan de Brienne que era rey de Jerusalén

y Andres II de Hungria. Lo único que hicieron fueron correrías por Egipto y Siria.

La sexta cruzada (1228-1229) la mas corta. La inició Federico II de Alemania.

Mediante negociaciones con el rey de Egipto, este le entregó Jerusalén, pero cuando Federico II regresó a Europa motivado por las rencillas, anatemas y excomuniciones del papado, la ciudad de Jerusalén y toda la Palestina volvió a caer en manos egipcias. La séptima cruzada (1248-1252) la acaudilló el rey Luis IX de Francia. Fue hecho

prisionero y al recobrar su libertad regresó a Francia.

La octava cruzada (1270-) la volvió a iniciar el rey Luis IX de Francia. Cuando

desembarcó en Tunez murió de la peste.

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Consecuencias de las Cruzadas

Las cruzadas fueron un gran movimiento en que el fervor popular se mezcló con las ambiciones de los grandes. Juzgadas a base de sus propios objetivos, puede decirse que excepto la primera y la sexta, todas fracasaron. Pocos años después la única huella visible del paso de los cruzados por la Tierra Santa era algún castillo o templo en ruinas. Pero a pesar de ello las cruzadas tuvieron grandes consecuencias para la vida de la iglesia y de toda Europa. 1. Formación de órdenes militares: Una de las consecuencias más notables de las cruzadas fue la formación de las órdenes militares. Estas eran órdenes monásticas, con los votos tradicionales de pobreza, obediencia y castidad. Pero su característica peculiar era que, siguiendo el espíritu de las cruzadas, se dedicaban a la guerra. Luego, en este fenómeno vemos un ejemplo más de la increíble flexibilidad del monaquismo. El viejo movimiento de los ascetas de

Egipto ha tomado muy variadas funciones en diversos tiempos. Unas veces ha sido el brazo misionero de la iglesia; otras, su cerebro; pero en este caso se volvió el brazo que tomó la espada para defender a los peregrinos.

La orden de San Juan de Jerusalén se inició cuando un grupo de monjes que estaba a cargo de un hospital en Jerusalén decidió dedicarse también a proteger a los peregrinos que viajaban de Jafa a la Ciudad Santa. Se les conoce también como “Hospitalarios” y como “Caballeros de Malta” , porque después que cayó la última fortaleza cristiana en Tierra Santa, en el 1291, se trasladaron a Rodas y de allí a Malta. Sobre el hábito monástico, cortado de tal modo que les fuera fácil cabalgar, llevaban la cruz que se conoce como “cruz de Malta”.

La orden de los templarios y la de los caballeros teutónicos siguieron un patrón semejante. A fines del siglo XII los caballeros teutónicos se trasladaron a Alemania, y desde esa base se dedicaron a forzar la conversión de los eslavos y otros pueblos vecinos. Cada una de estas órdenes tenía un “gran maestro”, que era a la vez ministro general de la orden monástica y general en jefe de sus ejércitos. Después de terminadas las cruzadas, muchas de estas órdenes militares se dedicaron a intrigas políticas en Europa. Por esa razón, y porque sus riquezas eran muchas, varios reyes las suprimieron en sus países, y confiscaron sus bienes. 2. Enemistad entre el cristianismo latino (occidental) y ortodoxo (oriental):

Con las cruzadas se logró la propagación de la religión católica romana en el medio oriente y el afianzamiento de la fe en sus devotos. En sus inicios, las cruzadas surgieron, en parte al menos, del deseo de acudir en auxilio del Imperio Bizantino, amenazado por los turcos. A la postre probaron que los latinos eran también una seria amenaza para ese Imperio. Esta enemistad no se limitó al plano político. Los cristianos griegos, al ver los desmanes cometidos contra ellos por sus supuestos hermanos de Occidente, quedaron convencidos de que no querían 24

unión ni trato alguno con tal gente. Hasta entonces, muchos griegos habían sospechado que el cristianismo occidental tenía algo de herético. A partir de las cruzadas, no les cupo la menor duda. 3. Pérdida de territorios: Casi todas las expediciones militares sufrieron

importantes derrotas. Jerusalén se perdería en 1187 y lo que quedó de las posiciones cristianas tras la III Cruzada hasta su definitiva pérdida en el siglo XIII (San Juan de Acre -1291) se limitaba a una estrecha franja litoral cuya pérdida era cuestión de tiempo.

4. Maltrato a los cristianos en Tierra Santa: Las cruzadas también actuaron en

perjuicio de los cristianos que vivían en tierras de musulmanes. Casi todos los gobernantes islámicos se habían mostrado relativamente tolerantes para con los cristianos y los judíos. Pero durante las cruzadas fueron muchos los cristianos que traicionaron a sus gobernantes musulmanes, y aún más los que se unieron a los cruzados en las matanzas de turcos y árabes en las ciudades conquistadas. En consecuencia cuando el poder islámico quedó restaurado, y las Cruzadas perdieron su ímpetu, los seguidores del Profeta se mostraron mucho menos tolerantes que antes. En varios lugares hubo matanzas de cristianos, y en todo el Cercano Oriente se aplicaron con mayor rigidez las leyes que los colocaban en desventaja frente a los musulmanes. A la larga, el resultado de todo esto fue que las viejas iglesias de la región perdieron muchos de sus contactos con el resto de la cristiandad, y se volvieron pequeños núcleos cuya principal preocupación era sobrevivir y conservar sus tradiciones.

5. Aumento de la hegemonía del Papado: En Europa occidental, las cruzadas

contribuyeron al creciente poder del papa. Puesto que, en teoría al menos, estas grandes empresas militares estaban bajo el mando del papa, quien las convocaba y cuyos representantes debían ser sus jefes, el papa se convirtió cada vez más en una autoridad internacional, capaz de juzgar entre los soberanos de diversas naciones. Cuan Urbano II convocó la Primera Cruzada, su autoridad estaba en 25

duda, sobre todo en Alemania, donde continuaban los conflictos entre el papado y el Imperio. Cuando la Cuarta Cruzada tomó a Constantinopla, Inocencio III, que a la sazón ocupaba trono de San Pedro, gozaba de un poder nunca antes alcanzado por papa alguno. Con el tiempo, el poder papal se debilitó debido a su desprestigio por los continuos fracasos de las Cruzadas y las disputas que mantenía con reyes europeos "Querella de investiduras". Las cruzadas fortalecerían a las monarquías europeas en desmedro del poder de la Iglesia Católica Romana.

6. Crecimiento de la religiosidad y el culto a las reliquias: En lo que se refiere

a la devoción, las cruzadas tuvieron también grandes consecuencias para la cristiandad occidental. Los viajes constantes a Tierra Santa, y las historias prodigiosas que de allá venían, despertaron en la gente el deseo de comprender más de cerca la realidad física de Jesús, de los profetas, y de los grandes héroes del Antiguo Testamento. No es por pura coincidencia que Bernardo de Claraval, el predicador de la Segunda Cruzada, fue también un gran místico dedicado a la contemplación de la humanidad de Cristo. A partir de entonces, buena parte de la devoción se vertió hacia esa contemplación. Se escribieron meditaciones, poemas y sermones en los que se narra con todo detalle cada uno de los episodios de la pasión. Por la misma razón, el culto de las reliquias, que tenía viejas raíces, se acrecentó. De Tierra Santa venían supuestos pedazos de la Santa Cruz, huesos de los patriarcas, dientes de Juan el Bautista, leche de la Virgen, etc. 7. Introducción de nuevas herejías a Occidente: También la vida intelectual

sufrió el impacto de las cruzadas. Del Oriente llegaron nuevas ideas. Algunas de ellas consistían en viejas herejías que de algún modo habían subsistido en el Oriente, y contra las cuales la iglesia occidental tuvo que luchar. De éstas la más notable fue la de los albigenses. Durante siglos, había habido en Bulgaria un 26

fuerte grupo de herejes cuyas doctrinas eran semejantes a las de los antiguos maniqueos, y que recibían el nombre de “bogomiles”. Estos eran dualistas, que creían que el espíritu era bueno y la materia era mala, y que por tanto rechazaban tanto el Antiguo Testamento como la encarnación de Dios en Jesucristo. Para ellos, Jesús era un mensajero celestial que, sin tener carne humana, había venido a traernos el mensaje de salvación. En Bulgaria, los bogomiles tenían sus propios obispos, cultos y ordenaciones. A través del contacto que las cruzadas produjeron, el bogomilismo se introdujo en Europa occidental. Allí sus principales centros estuvieron en el norte de Italia y el sur de Francia. Puesto que la ciudad de Albi fue el más famoso de esos centros, los bogomiles fueron llamados “albigenses”, además de “cátaros”, que quiere decir “puros”.

Los albigenses parecen haber apelado al entusiasmo religioso popular de la época. Mucho del ímpetu que antes había llevado a los “patares” en su oposición

al matrimonio eclesiástico se derramó ahora a favor del catarismo, sobre todo por cuanto los cátaros, en su aversión a la materia, rechazaban el matrimonio. Entre las clases bajas del sur de Francia, exacerbadas por los ideales de la reforma gregoriana, pero al mismo tiempo excluidas de toda participación activa en la vida de la iglesia, el movimiento avanzó a pasos agigantados. El conde Raimundo IV de Tolosa salió en su defensa. La reacción contra los albigenses no se hizo esperar. Esa reacción tomó tres formas principales. Las dos primeras son de tanta importancia que hemos de tratar de ellas separadamente en otras secciones de esta historia. Se trata de la Inquisición y las órdenes mendicantes. La tercera, dado el espíritu de la época, era de esperarse. Consistió en una gran cruzada que Inocencio III promulgó. En el 1209, los ambiciosos nobles del norte de Francia, so pretexto de suprimir la herejía, se lanzaron sobre el sur del país. Las matanzas, tanto de albigenses como de cristianos ortodoxos, fueron enormes. Varias ciudades quedaron totalmente destruidas. A partir de entonces, el catarismo perdió su impulso inicial, aunque siguió habiendo albigenses dispersos por diversas regiones de Europa occidental por lo menos hasta el siglo XV. 8. Incursión de ideas de origen musulmán: El impacto intelectual de las

cruzadas no se limitó a la introducción de la herejía. El intercambio cultural entre Occidente y Oriente. Los europeos se beneficiaron de la cultura musulmana y bizantina, los cuales eran portadores de los conocimientos de la antigua Grecia. También llegaron a Europa ideas filosóficas, principios arquitectónicos y matemáticos, prácticas y gustos de origen musulmán. Pero en este sentido el impacto islámico se hizo sentir más a través de España que como consecuencia de las cruzadas. 9. Cambios económicos, demográficos y arquitectónicos: Las cruzadas

guardan relaciones complejas con una serie de cambios económicos y demográficos que tuvieron lugar en Europa al mismo tiempo. Si bien las cruzadas 27

contribuyeron a ellos, hubo muchos otros factores, y los historiadores no concuerdan en cuanto a la relativa importancia de cada uno. En todo caso, la época de las cruzadas es también la del crecimiento de las ciudades y de la economía mercantil. Hasta entonces, la única fuente importante de riqueza fue la tierra, y por tanto los nobles y prelados que la poseían eran los únicos dueños del poder económico. Pero el desarrollo de la economía mercantil dio lugar a nuevas fuentes de riqueza: la manufactura y el comercio. Nuevos productos fueron introducidos en Europa, como azúcar, limones, algodón, muselina, damasco, pólvora, púrpura, espejos, etc. Se abrieron nuevas rutas para el comercio mercantil entre Occidente y Oriente. La necesidad de aumentar el transporte y suministro de grandes ejércitos llevó a un florecimiento del comercio en toda Europa. Este comercio internacional favorecería al surgimiento y auge de las ciudades mercantiles italianas del Mar Mediterráneo, como las ciudades de: Génova, Venecia, Florencia, Pisa, etc. Estas ciudades reemplazaron en el comercio mediterráneo al imperio Bizantino (imperio Romano de Oriente), que se encontraba envuelta en guerras con los musulmanes. Este auge comercial favoreció el uso de dinero metálico, como el oro , entre pueblos del medio oriente y de occidente, como ejemplo de este auge comercial, las monedas de florencia "el florin" y de venecia "el ducado" fueron de aceptación internacional. Además quedaron nuevas Iglesias, fortificaciones y una serie de impresionantes castillos, como los de Marqab, en la costa de Siria, Montreal, en la Transjordania, el krak de los Caballeros, cerca de Trípoli y Monfort, cerca de Haifa (Israel). Se obtuvieron nuevos conocimientos geográficos, gracias a las constantes exploraciones, expediciones y peregrinación de los europeos hacia Oriente. 10. Fortalecimiento de las monarquías europeas: Como consecuencias de las

cruzadas los señores feudales estuvieron mucho tiempo fuera, por lo que perdieron parte de su autoridad política. Por el contrario, los reyes al final de la Edad Media fueron cada vez más poderosos, logrando el fortalecimiento de las monarquías europeas modernas. Muchos señores feudales murieron o se sumieron en la pobreza, dado los fracasos continuos de las cruzadas. El sistema feudal comenzó a debilitarse en la medida que creció el comercio y que muchos siervos incorporados a las huestes de sus señores no regresaron, provocaron una crisis de la mano de obra. 11. Surgimiento de la Burguesía: Impulso el crecimiento de las ciudades, logrando el surgimiento de una nueva clase social, la burguesía, que impulsaría la creación de grandes ciudades mercantiles autónomas del poder feudal, y

ayudaría al fortalecimiento de las monarquías europeas en su afán de quitar autonomía y controlar a los grandes señores feudales.

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Los “burgueses”, es decir, los habitantes de los burgos, eran en su mayoría comerciantes cuyo poder económico y político se fue haciendo cada vez más capaz de enfrentarse al de la nobleza y, en cierta medida, al de la iglesia. Siglos después, a través de la Revolución Francesa y otros acontecimientos, la burguesía triunfaría de la nobleza. 12. Fortalecimiento del Islam: Con el sultán Saladino en la segunda mitad del

siglo XII , los musulmanes del Oriente Medio se hicieron más fuertes de lo que había sido antes de las cruzadas. Por lo pronto, las cruzadas fueron una expresión más de los altos ideales que dominaron la vida de la iglesia durante los siglos XI, XII y XIII. Su fracaso no fue visto por la mayoría de sus contemporáneos como negación a esos ideales, sino como el resultado inevitable de su propia falta de fe y de fidelidad. A su parecer, los reveses no se debían a que los altos ideales fueran errados, sino a la bajeza de los seres humanos a quienes tocaba ponerlos por obra.

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